La oscuridad iba adentrandose… la noche cada vez era más opaca, ya no se podía ver por donde iba, dos pasos más adelante ya no sabía lo que se le vendría. Pero seguía andando, ahora con más cuidado que antes, pero igual de constante, no quería seguir allí por más tiempo, necesitaba huir, escaparse de todo.
Unas pequeñas gotas de sangre iban marcando su camino.¿cuándo harían efecto aquellos cortes? Se los había hecho para sentir dolor en su cuerpo, pero tal era el peso que llevaba encima que ni eso lo dolía. Sólo sentía una presión en el pecho, una presión que hacía mucho que llevaba con ella. No era feliz allí. Se sentía sola rodeada de tanta gente. Sentía que no encajaba, que aquel no era su sitio. Necesitaba a alguien que le diera amor, le diera cariño… pero ya había perdido toda esperanza de encontrarlo, se tendría que conformar con que la trataran como a un objeto, pero ya estaba cansada de eso, por eso huía.
Seguía caminando, sin intenciones de parar, quería caer rendida por el cansancio, el dolor y el suelo. Quería quedarse allí, tumbada en el bosque, donde había tranquilidad. Quería sentirse en paz. Pero sabía que eso no era posible si antes no agotaba sus energías. Si lo hacia de otra forma no dejaría de pensar en él, esa persona que la hizo feliz y luego la abandonó, esa persona que tanto le estaba haciendo sufrir, pero a la que amaba con todas sus fuerzas.
Mientras andaba solo deseaba caer, lloraba con todas sus fuerzas, su ropa iba teñida de sus lagrimas mezcladas con su sangre. No podía más. Estaba destrozada por dentro, esa presión en el pecho hacía que le costara mucho respirar. En parte era mejor,porque lo que más deseaba era dejar de respirar, morir, dejar de sufrir….
Poco a poco sus parpados se fueron cerrando, sus piernas debilitando. Cayó al suelo, inconsciente. En su mente se formó la luz, por fin podría descansar en paz. Por fin dejaría de sufrir, por fin dejo el mundo.
A la mañana siguiente nadie la encontraba, unos perros siguieron su rastro. Encontraron su cadáver en medio del bosque. En su cara había una amplia sonrisa, una sonrisa sincera, no como todas las sonrisas falsas que había tenido que dirigir… Por fin descansaba en paz.
Ese día lloró mucha gente, pero poco a poco la fueron olvidando, ella no se merecía eso, había hecho todo lo posible por no dañar a sus amigos, por que ellos fueran felices. Pero al menos ella ahora era feliz. Ya no existía. Ya no sufriría más.
La dama de la rosa negra